Aunque me gusta visitar a los artistas en sus estudios, con Agustín Zubia he tenido el privilegio de disfrutar de su obra y su compañía en mi casa.
Nacido en La Plata (Argentina) en 1983, estudió Arquitectura. Aunque también empezó los estudios de Bellas Artes los abandonó al sentir que no le aportaban lo que buscaba. Por ello, decidido ya a dedicarse al arte, continuó su formación aprendiendo directamente de sus referentes argentinos, Christian Mazzuca y Fernando O’Connor, de quienes recuerda le enseñaron, sobre todo, a educar la mirada.
Agustín acaba de venirse a vivir a España y ha traído consigo su trabajo de los últimos años, os muestro en las fotos.
Quizá como contraposición a su condición de arquitecto, el centro de su obra figurativa son los rostros y el cuerpo humano, que concibe como objeto de estudio. Obras que exploran los distintos estadios y matices de la figura humana. Siempre huyendo de la figura hegemónica, lo que busca en sus modelos es la fuerza e intensidad que únicamente transmiten los cuerpos con historias que contar, con pliegues, formas y expresiones irrepetibles que cuentan más allá de lo puramente físico. Su objetivo es captar esa energía y plasmarla en el lienzo, de forma que el espectador se pregunte por la historia que hay detrás de la imagen.
Me cuenta como representar a modelos vivos, profundizando en los detalles de sus cuerpos, es lo que hace que cada vez que miras uno de sus cuadros vuelva a sorprenderte al descubrir nuevos secretos y detalles.
Aunque podemos apreciar la influencia de Lucian Freud, Bacon y Carlos Alonso, o artistas más contemporáneos como Jenny Saville, la obra de Agustín es totalmente genuina.
Tras exponer en Argentina y en Estados Unidos, recién llegado a España ya ha participado en exposiciones en Madrid. La calidad de su trabajo lo merece y le auguro una “etapa española” llena de éxitos.
Informándome sobre su trabajo, encontré una cita suya que creo demuestra claramente su pasión por lo que hace. Dice Agustín que la actividad artística es como la crianza de un hijo: siempre tienes la sensación de que exige una dedicación mayor de la que le puedes dar.