Si pensamos en el paisaje como objeto de representación artística tenemos que hablar de Julio Sarramián.
Contemplar el paisaje, con el horizonte a lo lejos, nos recuerda nuestra insignificancia ante la inmensa naturaleza; y ese mismo sentimiento, esa supremacía del entorno en su relación con el humano, es el que transmite la obra de Julio.
En su obra el paisaje constituye el elemento esencial. Sus pinturas, fotografías, vídeos e instalaciones muestran su realidad paisajística, que la aborda desde múltiples perspectivas (más allá de la puramente contemplativa) y que presenta un paisaje contemporáneo, tal y como lo observamos en la actualidad: digitalizado, a través de pantallas, virtualizado y salpicado por la tecnología que todo lo abarca, incluso algo tan esencialmente natural como es el paisaje.
Especialmente fascinante me parece su uso de los colores y su increíble técnica y suavidad al difuminar las transiciones de los tonos. Julio consigue transformar de forma progresiva unos colores preciosos, mostrando una suerte de escala científica como la que vemos en planos y mapas. El resultado final es la contundente presencia que da vida a sus cuadros, bastando con cambiar ligeramente la perspectiva y la disposición de la luz para encontrar una obra nueva y percibir sensaciones distintas.
Hablando con Julio en su estudio, aparte de disfrutar de su compañía y cercanía, te impregnas de la profundidad, entre científica y filosófica, de su trabajo y de la perfecta degradación de colores que consigue con su técnica magistral.
Julio cuenta con una obra sólida, consolidada, sustancial, y una trayectoria reconocida, con múltiples reconocimientos de instituciones de Madrid, Galicia, Cáceres, La Rioja…. Y no es para menos, como podéis comprobar viendo sus proyectos en www.juliosarramian.com.