Conocí a Lluís Capçada en mayo de este año, cuando coincidí con él en una feria, y he tenido la suerte de mantener su contacto.
Cuando hablas con él sobre su vida y su obra el tiempo se pasa volando.
Sientes su pasión cuando te explica sus paisajes imaginarios, muy personales, profundos y sutiles en sus formas y colores, que reflejan su visión abstracta de la realidad que le rodea. Capçada absorbe esa realidad y la plasma en su obra desde lo más profundo de su subconsciente.
Sus pinturas destacan por su equilibrio. Lejos del paisajismo o de la pintura figurativa, su obra es radicalmente abstracta y muy matérica. Capçada transmite su pasión cuando te explica el agudo trasfondo metafísico, poético, de sus pinturas, en las que los suaves relieves y las líneas sinuosas representan sus recuerdos y vivencias tal y como permanecen en su memoria, sin concesiones estéticas de ningún tipo.
Su reciente y larga estancia en Benín (África Occidental) ha influido claramente en su obra posterior, en la que vemos un cambio muy significativo tanto en las formas como en los colores.
El genial artista reconoce que su experiencia africana (donde la gente, las costumbres y, en general, la vida es tan diferente a la que tenemos en Europa) ha sido muy enriquecedora e inspiradora para él, lo que se nota en su trabajo: las obras de esta serie muestran cómo los paisajes y la cultura africanos han calado profundamente en él, que los interioriza para después proyectarlos en su abstracta realidad (lo que Capçada llama “ProintroArt”).
Un lujo poder haberle conocido. Hablar con él es todo un placer; no sólo es un extraordinario pintor, sino que, además, es una gran persona.