Teoría del Arte

por Ana Melo

Quintaesencia. El material del que están hechos los cielos

Quintaesencia. El material del que están hechos los cielos

Lista de precios obras exposición Quintaesencia

Visitas guiadas. Exposición Quintaesencia. Silo de Hortaleza. 

Dossier Quintaesencia

Silo de Hortaleza. C/Mar de las Antillas, 14. 28033 Hortaleza – Madrid.

De lunes a sábado de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 21:00. 

Hasta el 11 de mayo. Entrada libre y gratuita.

Si desean información adicional sobre las obras expuestas y/o el trabajo de los artistas participantes, pueden dirigirse a la comisaria de la exposición por los siguientes medios: 

Ana Melo. Tfn: 628484876. Email: amelonavarro@gmail.com

Cuando analizaban la realidad, los grandes pensadores de la Grecia Antigua sentían que debía haber, que había, algo más que los cuatro elementos básicos: tierra, agua, fuego y aire. Ese quinto elemento era algo simple, corporal y al mismo tiempo inmaterial que, de alguna forma, permanecía constante y actuaba como nexo integrador de los restantes elementos para constituir e impulsar nuestra realidad material y espiritual. Algo que flotaba en el aire y que era la razón por la que los elementos materiales interactuaban para generar la realidad y, a su vez, los empujaba en una evolución y adaptación constante.

Ese elemento fue definido por Aristóteles como el material del que están hecho los cielos, y lo llamó éter.

En la Edad Media, el éter aristotélico se convirtió en la quintaesencia (quinta essentia en latín), concibiéndose como algo hipotético, una energía que fluye de nuestra existencia y nos envuelve, eterna, imprescindible, indestructible e inmutable que se comportaba de manera distinta a los cuatro elementos terrenales, que habitan en ella. Una energía tan poderosa que sustenta la vida y transforma el Universo.

En torno a la idea metafísica del quinto elemento como energía vital, la exposición “Quintaesencia” propone obras evocadoras de los cuatro elementos terrenales (tierra, agua, fuego y aire) para que, a través del dialogo y la interacción conjunta, se genere ese quinto elemento inmaterial, esa energía que, como el alma, no puede contemplarse ni apreciarse pero sí sentirse en la experiencia expositiva. Obras cargadas de significado y profundidad que envuelven al espectador.

Nada es casual.

En tiempos complejos, tras abandonar una situación de aislamiento sin precedentes en nuestros días y descubrir, con la aparición de nuevos conflictos geopolíticos, que muy poco hemos aprendido de la experiencia, resulta necesario replantearse nuestra existencia partiendo de lo realmente esencial: la vida, el renacer, la resiliencia, la constante e imparable evolución de nuestra realidad… Todo ello viene marcado por una energía superior que revitaliza nuestro espíritu, y materializar y compartir esa energía es el núcleo de esta exposición.

Tampoco es casual la elección del espacio expositivo: el Silo de Hortaleza. Un lugar emblemático de Madrid que, pese al inexorable transcurrir del tiempo, ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, empujado sin duda por esa energía especial. Su transformación forzosa, abandonando su esencia y finalidad original, supone un auténtico renacer como algo nuevo, distinto, pero igual de fuerte y eterno. Aunque el Silo ha venido albergando exposiciones y actos culturales desde 2018, la muestra propone partir de la base, de los cuatro elementos básicos, para reforzar ese renacimiento; la nueva energía creada con “Quintaesencia” es el elemento clave para dotar de esa nueva vida, esa nueva finalidad y razón de ser, a este magnífico edificio. Y que mejor razón de ser que constituirse y consolidarse como un centro cultural y de Arte de referencia; en el fondo, el Arte representa mucho de los caracteres de la quintaesencia: es una energía mágica, eterna e indestructible, que se integra en nosotros y nos envuelve durante toda nuestra existencia. Al igual que el grano que almacenó en sus orígenes sirvió para alimentar los cuerpos, el Arte que ahora acoge viene a alimentar nuestro espíritu. Quizá, entonces, su transformación no ha sido tan profunda…

Y tampoco la perfecta sintonía, dialogo e interacción de las obras que integran la exposición, de muy distintas disciplinas, es fruto del azar ni de un complejo trabajo de selección. La afinidad entre los artistas participantes tiene su origen en un momento anterior a la organización de la exposición. Ese “entendimiento a primera vista” les llevó a constituirse como Zona Común, un proyecto artístico colectivo nacido en el madrileño y artístico barrio de Carabanchel en el que la diversidad de técnicas, estilos, edades y nacionalidades aportan una enorme riqueza creativa y artística.

La materia, la luz y el color definen la obra de Alejandro Botubol Bolaños (Cádiz, 1979). Su profunda relación espiritual con su Cádiz natal se traduce en representaciones idílicas, a medio camino entre lo abstracto y lo figurativo, del mar, el agua y arena, como alegoría del origen de la vida y la belleza.

La arena de la orilla nos habla del devenir del destino, del constante cambio al que nos vemos sometidos por una fuerza superior, la del mar, que la dibuja y borra con sus olas. Ninguno de los elementos naturales, tierra, aire, agua y fuego, es eterno. Sólo la energía que todo lo envuelve, el éter o quintaesencia, permanece en el tiempo y permite la constante regeneración de la realidad.

La cambiante luz impacta en los cuadros generando mil reflejos y dando mil vidas al color hasta desaparecer, enseñándonos con el recorrido de sus sombras el implacable transcurrir del tiempo. El artista quiere sorprendernos con los efectos de la luz. Con el uso de pintura fluorescente en los bordes de los cuadros, muy característico de su trabajo, consigue generar un reflejo que parece dotar de alma a la obra, que se expande más allá de sus contornos y que, como todo, está en constante cambio.

Completa su propuesta con una obra audiovisual, en perfecto dialogo con la obra gráfica, donde los elementos fuego (sol), aire (cielo) y agua (mar) se funden en el ocaso; un ocaso que, lejos de representar un fin, nos invitan a reflexionar sobre el comienzo que será el nuevo día. La potencia expresiva de la obra se refuerza con un sonido evocador del vientre materno, donde nace la vida y se produce el milagro de la continuidad de la existencia.

Consuelo Chacón encuentra en la naturaleza, en la madre tierra, una fuente de inspiración infinita para la creación de sus espacios. Porque Consuelo es eso: una creadora de espacios.

Artista multidisciplinar, su trabajo conjuga técnicas propias de la escultura, la pintura, la instalación, la fotografía y la arquitectura. Con esa capacidad de observación y absorción que sólo los grandes artistas poseen, encuentra la realidad sobre la que quiere trabajar y a través de un proceso de fragmentación y reconstrucción, crea un espacio nuevo, diferente, onírico, incluso enigmático, donde la identidad, historia y esencia del espacio original da paso a una dimensión distinta, espiritual, nacida del recuerdo en la mente de la artista. Con ello, quiere enseñarnos que, al igual que el espacio nos influye a nosotros, nosotros influimos en el espacio.

Para Quintaesencia, Consuelo nos presenta una obra inédita, creada específicamente para la muestra. En esta impresionante instalación, con una técnica y sensibilidad exquisitas en el uso de los materiales, las transparencias, las imágenes y las superposiciones, la artista nos muestra su visión de lo más profundo del espacio singular donde nos encontramos, el Silo de Hortaleza, representado por su escalera interior, envuelta en los árboles del jardín exterior. La misma realidad que vemos se nos muestra reconstruida, como algo distinto, generando en el espectador nuevas emociones. Porque nos encontramos en un espacio que fue creado y destinado a un fin concreto (como silo de grano) que hoy ha cambiado su existencia, su ser, su esencia. Esa esencia que Consuelo es capaz de atrapar en sus creaciones y que invita a sentir a través de la contemplación e integración en su obra.

Los paisajes que José Luis López Moral (Madrid, 1966) captura en sus fotografías beben de la pintura del romanticismo alemán y las fotografías del pictorialismo de finales del siglo XIX. Imágenes tratadas digitalmente para representar lo que son: recuerdos grabados en la memoria del artista, donde la realidad vivida queda en un segundo plano y es modelada por lo que no se ve, por la experiencia, la emoción y la sensación vivida, que me mantienen más arraigadas en nuestra psique.

Un paisaje que nos abruma por su fuerza, su inmensidad, y, en cierto sentido, su crudeza, y que al mismo tiempo nos evoca pensamientos sobre quiénes somos, de dónde venimos, el origen de todo, la madre tierra. A partir de ahí, José Luis deja al espectador que complete la historia desde las emociones generadas.

Lo que no se ve en esos paisajes es, precisamente, su quintaesencia, su energía, que al mismo tiempo lo compone (integrando todos sus elementos materiales) y lo descompone en una realidad emocional que nos muestra su auténtica belleza.

A partir de este relato, en esta muestra nos propone imágenes de campos de trigo; ese mismo trigo que en su día llenó este Silo de Hortaleza. Ese mismo trigo que nos habla de la tierra, del sol, del viento, de la vida y de la constante evolución de todo lo terrenal con el impulso de la quintaesencia.

Fueradcarta es un proyecto conjunto de Patricia Mateo y José Luis López Moral. Sus brillantes propuestas independientes alcanzan una nueva dimensión cuando se integran en Fueradcarta.

Las obras, cargadas de un significado profundo, nacen de la intervención que Patricia realiza en fotografías de José Luis. Sobre los sobrios paisajes aparecen así elementos que nos presentan una realidad alterada que dispara la imaginación y la reflexión del espectador.

Subyace en su propuesta simbiótica la idea de la continuidad, de la constante transformación de la vida y de todo cuanto nos rodea, de todo lo que está formado por los elementos terrenales. Nada, ni siquiera aquello que consideramos más estable e inmóvil (como es nuestra casa) es permanente. La casa, elemento material, cambia; el hogar, inmaterial, permanece. Todo lo material, lo construido con los cuatro elementos terrenales, cambia, movido por una fuerza que nos envuelve. Y así debe ser, y debemos aceptarlo para poder tener una existencia plena, pues solo cuando aceptamos lo efímero de las cosas podemos vivir con la tranquilidad de que nada es casual, de que todo tiene una explicación superior a nosotros mismos que no podemos ver pero si sentir y dejar fluir.

Fueradcarta acompaña las obras foto-pictóricas de la muestra con representaciones de casas vestidas (mediante técnicas de transferencia fotográfica) de paisajes de José Luis e intervenidas por Patricia. El paisaje lo envuelve todo y en él aparecen imágenes disruptivas que persiguen generar la sorpresa como punto de partida del interés, la reflexión y la emoción.

El trabajo de Elsa Muñoz (Chicago, 1983) se balancea entre dos elementos aparentemente antagónicos (el fuego y el agua) pero que en su obra alcanzan un mismo significado.

En los cuadros que nos presenta en la exposición el fuego, aparentemente devastador y destructor, es el origen de un proceso esencial pues a partir de él nace la vida. Un fuego sanador que genera los nutrientes sobre los que se construye el futuro. Sus imágenes representan paisajes forestales en los que el “fuego prescrito” (las quemas controladas) de sus ancestros cumple funciones de purificación, preparación y renacimiento de la vida. Imágenes realistas en las que, tras el impacto inicial y realista de la destrucción, encontramos el mensaje subyacente: la necesidad de la muerte para que nazca la vida, la continua evolución de los cuatro elementos dentro de la quintaesencia, que es la que permanece inmutable y eterna en el implacable paso del tiempo. Esa energía debe ser limpiada, y en esa depuración el fuego juega un papel esencial.

Vida que nace tras la muerte y que representa la esperanza. Y el humo no debe impedirnos ver la luz que, como siempre, vendrá detrás. Porque en la obra de Elsa ni la oscuridad y ni el humo son capaces de ocultar la luz que hay más allá; una alegoría de la resiliencia.

Una pintura íntima, marcada por una vida que, aunque corta, ha sido muy intensa y en la que el pasado y las tradiciones ancestrales han marcado una huella profunda.

Los óleos de Patricia Mateo (Madrid, 1953) son una invitación a pensar. Hay que enfrentarlos con la mente abierta, sin ideas preconcebidas ni restricciones internas, dispuestos a sorprendernos y dejarnos llevar por su profundidad, simbolismo e infinidad de detalles.

En su obra se aprecia claramente la influencia del realismo de los grandes maestros flamencos y el gusto por el detalle, muchas veces disruptivos y grotescos, de El Bosco. La fuerza de la imagen principal resalta en un entorno lleno de detalles por descubrir, que se multiplican en cada contemplación. Con ello, la artista consigue que cada vez que nos detenemos ante sus obras tengamos la sensación de que son inagotables, hasta el punto de encontrarles nuevas interpretaciones, nuevos significados y nuevas emociones.  

La gota de agua, el elemento de vida por antonomasia, adquiere la forma del fruto de un árbol infinito, que no vemos en su integridad pero que nuestra mente ubica naciendo de la tierra. En sus ramas, múltiples códigos ocultos: hojas con cara y brazos, flechas de cupido que buscan corazones… y todos los demás que nuestra imaginación nos ayude a encontrar. Y junto al agua, el fuego regenerador. Y todo ello sobre un fondo celestial, en cuyo aire flota, como un sueño, la imagen que nuestra imaginación haya querido crear. Un cielo que, por su belleza, sólo puede estar compuesto por quintaesencia…

El buen pastor de Murillo, clásica imagen de la pureza renacida, adquiere una dimensión y significado distinto cuando el cordero es sustituido por el viejo cerdo cuyas ideas renovadoras llevaron a la rebelión en la granja de Orwell. La libertad, en la que flota y de la que se alimenta la quintaesencia, es un aspecto esencial de nuestra evolución como especie, la tierra sobre la que todo descansa.

Regina Pombo (Madrid, 1971) nos invita a pasear por su universo, cargado de naturaleza, sensibilidad y belleza.

El universo de esta artista multidisciplinar, escultora, fotógrafa y poeta, está íntimamente ligado al agua y al mar. Pasear entre sus esculturas y fotografías es sumergirse en el mar y la vida de su lecho, donde el elemento agua pule y contornea la realidad creando mil formas atrayentes y sugestivas. Esas creaciones adquieren, a través de las manos de la artista, una significación espiritual, convirtiéndose en un canto a la maternidad como símbolo de la vida, la evolución y la continuidad del todo. Nada es eterno, pero la quintaesencia consigue que milagro de la regeneración de los elementos naturales en el constante e imparable ciclo de la vida.

Nos presenta en la muestra esculturas cálidas, protectoras, sólidas y contundentes que nos transmiten la serenidad, tranquilidad y seguridad que sólo la madre tierra puede darnos. Esa misma serenidad que transmiten sus fotografías del mar y los campos de trigo, que parecen querer recordarnos que están allí para recordarnos que todo avanza, que la vida no es más que una sucesión de cambios de la realidad que nos rodea.

Y como si de una nana protectora se tratara, su obra física plástica se acompaña de una instalación audiovisual en la que la propia artista interpreta sus propios poemas. Poemas que nos habla del mar, de la tierra (el barro), los colores… convirtiendo su palabra en la melodía perfecta para la contemplación de su obra escultórica y fotográfica. Con ello, el espectador participa en la experiencia expositiva de una manera más profunda, más completa, dejándose mecer por las palabras y las olas del mar, flotando en la mágica quintaesencia.

La muestra podrá verse del 3 de abril al 11 de mayo de 2024 en el Silo de Hortaleza (C/Mar de las Antillas, 14. Hortaleza – Madrid)

Teoría del Arte

Abril, 2024

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